Comunicación y Convivencia
La comunicación constituye un elemento fundamental de la convivencia familiar que influye en el bienestar tanto de los hijos e hijas como de sus padres y madres.
Con la entrada de la adolescencia, sin embargo, la comunicación familiar se deteriora: chicos y chicas hablan menos de sus asuntos, pasan menos tiempo interaccionando con sus padres y madres y la comunicación, en definitiva, se hace más difícil: pareciera que los enfados, las discusiones, la incomprensión, y los silencios se multiplican.
Sentimos que ya no somos importantes para nuestros hijos e hijas, y que aquello que ven, oyen o les dicen sus amigos y amigas tiene más valor que cualquier consejo u opinión que podamos darles. Todo esto puede generar situaciones de frustración y enfrentamiento.
Como figuras de referencia para nuestros hijos e hijas tenemos que abordar temas transcendentales para su desarrollo vital, como por ejemplo las relaciones afectivo-sexuales, las drogas o el uso y abuso de las nuevas tecnologías.
Si bien como padres y madres representamos las normas y las obligaciones, también representamos el amor y la seguridad que nuestros hijos e hijas necesitan. Por ello, es necesario esforzarse por reducir distancias e incrementar la comunicación mutua.
Sabiendo que no existen las recetas mágicas, algunas cosas sí ayudan:
QUÉ AYUDA:
- Interesarse por sus cosas: sus gustos e intereses (la música que escucha, la aplicación que utiliza para editar fotos y vídeos, etc), sus planes de futuro, sus amistades, sus preocupaciones…
- Escuchar con atención: escuchar con verdadero interés. Sin juzgar, sin regañar, sin criticar. (Ya encontraremos el momento de aclarar algunas cosas si fuera necesario).
- Buscar ocasiones: a menudo nuestro/a hijo/a rechaza nuestros intentos de establecer una conversación. No desistamos, ya encontraremos un momento en que esté más dispuesto/a. Podemos aprovechar los ratos de actividades compartidas: ir a comprar, después de cenar, camino del instituto, etc;
- Hablar siempre desde el respeto: en ocasiones la conversación puede derivar en algún comentario o expresión inapropiada de nuestro hijo o hija. El autocontrol que demostremos facilitará futuras conversaciones, así como es un buen ejemplo para él o ella.
Si la primera es deficitaria la segunda se resiente.