Desde el Proyecto VuelA, queremos agradecer a nuestra juventud el gran ejemplo que han dado tras la última catástrofe que ha acontecido en Valencia. La reciente DANA que ha golpeado con severidad Valencia, ha evidenciado algo que quizás muchos no esperaban: la resistencia y determinación de una generación que ha sido injustamente etiquetada como frágil, la llamada “generación de cristal”. Estos días de adversidad han mostrado, con contundencia, que las personas jóvenes han revelado su verdadero carácter, un forjado en hierro, al organizarse y actuar con un compromiso y eficiencia que desarman cualquier prejuicio.
Desde que se emitieron las primeras alertas, las personas jóvenes de toda España no han dudado en interrumpir sus estudios y responsabilidades laborales para volcarse en la ayuda comunitaria. Las imágenes de chicos y chicas cubiertos de barro, removiendo escombros, repartiendo alimentos y ofreciendo apoyo a los más vulnerables, no solo resultan conmovedoras, sino que demuestran que la apatía juvenil es, en realidad, un mito desmentido por la acción.
Los jóvenes y las jóvenes se han autoorganizado, mostrando una eficacia y solidaridad que muchos líderes tendrían que tomar como ejemplo.
Lejos de ser un mero pasatiempo, las redes sociales se han convertido en el motor de la coordinación solidaria. Los mensajes han dado lugar a acciones reales: jóvenes voluntarios con cubos, escobas y palas en mano. Este colectivo, no solo ha demostrado que están lejos de ser una generación frágil, sino que también tienen la capacidad de actuar con rapidez y decisión cuando la situación lo necesita.
En cada uno de estos gestos, ha quedado clara una verdad innegable: bajo la piel de esta generación, late el hierro de la solidaridad.
A menudo se acusa a esta generación de ser incapaz de afrontar la realidad, de ser demasiado débil o dependiente del entorno digital. Sin embargo, hemos presenciado una juventud que no solo ha enfrentado la tragedia, sino que la ha abordado con mucha energía. No han sido héroes lejanos, sino los hijos e hijas, sobrinos y sobrinas y amigos y amigas que, sin necesidad de órdenes ni jerarquías, han estado presentes desde las seis de la mañana, achicando agua, removiendo escombros y escuchando a los mayores que, hasta ese momento, solo tenían el silencio como compañía.
La etiqueta de “generación de cristal” ha quedado, en esta ocasión, obsoleta. Esta juventud ha demostrado ser como el hierro: flexible y capaz de soportar presiones sin quebrarse. Su determinación y compromiso, han mostrado que, en los momentos de necesidad, son ellos quienes se levantan y llevan el peso de la solución sobre sus hombros.
Es una muestra tangible de que la juventud es, en esencia, un motor de acción y cambio. Si algo ha quedado claro después de estos días de lodo y solidaridad, es que, con el compromiso adecuado, esta generación es capaz de afrontar cualquier desafío.
La próxima vez que alguien murmure la frase “generación de cristal”, que recuerde el eco de las escobas arrastrando barro y el hierro en los gestos de aquellos que, sin pedir nada a cambio, han estado donde más se los necesitaba, han estado a la altura.
Por todo ello, cuando empezamos a tomar consciencia de la dimensión de la catástrofe causada por la dana en Valencia fueron de las primeras personas en usar sus móviles, organizarse, buscar recursos a su alrededor y ponerse a caminar en dirección a las zonas más afectadas por las riadas. ¿Cuál era el objetivo de su marcha? Algo tan extraordinario como sencillo: la vida misma. Acompañar y ser acompañados. Formar parte de algo común. La vivencia compartida. Ser ellos mismos en el encuentro solidario con otros. Hacerse cargo, en la medida de sus fuerzas, de lo que es de todos y todas. Hicieron, simplemente, lo que sintieron que debían hacer.
Y es que en este acto espontáneo de los jóvenes se simboliza algo tan fundamental en este momento como es la esperanza. A fin de cuentas, son ellos quienes representan el futuro. Si lo pensamos bien, los adolescentes de hoy son nuestra gran oportunidad.